martes, 10 de abril de 2012

Entre la vida & la muerte.

Estaba lloviendo y me encontraba en un lugar desconocido, ni siquiera recordaba mi nombre, mucho menos como es que había llegado ahí. Me encontraba en medio de lo que parecía un pueblo, y frente a mi había una casa modesta y pequeña con pinta de estar abandonada, era apenas perfecta para resguardarme de la lluvia que caía sobre mis hombros. Entre en la vieja y descuidada casita, ocultándome de la vista de los dueños que en ese momento barrían, lo más extraño de la situación es que barrer la lluvia para mi resultaba inútil. Pero bueno, por alguna extraña razón no me extrañaba, eran gente diferente a la citadina que ahora entraba en su casa.
Al entrar, me encontré con una habitación común, y de no haber sido mi curiosidad tan grande, me hubiese quedado ahí hasta que parara de llover, pero llamo mi atención una puerta metálica, lo cual era extraño para estar en aquella casita de pueblo. Fui a  explorarla con intenciones de descubrir el motivo de aquello. Al recargarme sobre ella y mirar por el estrecho compartimento que había, esta me dejo caer hacia delante y entrar en una habitación realmente impresionante. Miles de robots formados en fila estaban ante mis ojos, extrañamente, la habitación ocupaba mucho más terreno del que la casita aparentaba por fuera. No quería pasearme entre aquellas filas de robots, que no sabía que intenciones pudieran tener. Así que entre en la puerta más cercana que no era por la que había entrado ya que al intentar abrirla me di cuenta que solo se abría hacia fuera, y por más que la empujara, no podría abrirla, me aventure entonces en la siguiente que se veía mucho más normal que la puerta metálica. Al entrar, todo estaba oscuro, sin embargo pronto me di cuenta que tenia compañía, una robot se había aventurado conmigo a entrar en la siguiente habitación, al mirarla me di cuenta que sus intenciones eran meramente de curiosidad, pues no me había amenazado con hacerme daño o algo por el estilo, solo me acompañaba. Al mirarla pronuncio unas cuantas palabras y las luces se encendieron. Entonces me di cuenta que me encontraba en lo que parecía un baño, bastante limpio por cierto. En un lado la pared parecía, una puerta corrediza, de esas que se usan en las regaderas y del otro había dos puertas una por donde había entrado y otra que me llevaba a no sé dónde. En el centro de la habitación estaba una tina y dentro de esta había un robot, que a juzgar por su apariencia física, era un robot hombre.
Súbitamente se levanto, y camino hacia donde estaba yo, sin hacer ningún movimiento violento, me acerque a él y pronto comenzó a hablar sobre los misterios que escondía aquella casita de campo.
-- ¿Que es lo que sucede aquí? ¿Qué es todo lo de la habitación anterior? – pregunte curiosa y ansiosa por la respuesta.
-- No puedo revelarte mucho—su forma de hablar, semejante a la de un humano, era fluida y constante—pero me presento soy bio—robot TR… O Terry. Y la que viene a tu lado es Bio—robot MRN… O Merrin. Y la habitación en la que ahora te encuentras, está protegida con cristal corredizo para protegerte de la bestia que habita al otro lado de las bolas de estambre gigantes. – Esto me asombro a sobre manera.
-- ¿Bolas de estambre? – Repetí – esto es de locos.
-- Solo un poco, prefieren llamarse excéntricos. – contesto con una agradable sonrisa. – En cuanto a la bestia, si en caso de que este vidrio corredizo se rompiera, será necesario que entres al automóvil que esta a tu izquierda.
Entonces me voltee a mi izquierda y me encontré con un volkswagen oscuro con una pinta muy sombría y Nazi. El cual no había visto al entrar. -- ¿De dónde salió el carro? – Pregunte confundida.
-- De donde haya salido si se llegara a correr la puerta, seria tu único refugio. – Entonces se acerco a la puerta corrediza de vidrio y de entre las bolas de estambre, por un compartimento más pequeño, salió un perro que en apariencia, era adorable y tierno, pero parecía tener asustados a los robots. – ¡La bestia! – Exclamo Terry, mientras el perro de no más de 20 cm de alto corría hacia mi – ¡Entra al carro, entra! – gritaba mientras Merrin solo se quedaba quieta en un rincón, yo asustada, puesto que nada de lo que había en la casa era normal, intente entrar al auto, sin embargo, todo fue inútil pues el seguro estaba puesto y no podía abrir la puerta.
El perro—bestia, termino por alcanzarme. Pero era visiblemente adorable, me acerque con suavidad recordando que si le demostraba miedo podría aprovecharse de ello. Entonces lo acaricie, y de la nada el perro me miraba con una mirada fría que me helo el corazón.
-- Dame de comer tu carne – Dijo el mismo perro, lo cual me sorprendió a sobremanera, pues nada de lo que veía, escuchaba o sentía en aquella casa era congruente. – Quiero que por haberme tocado, me des dos de tus dedos.
-- Pero si eres un perro que habla, y encima eres cortes – pensé en voz alta – ¿qué dedos debo entregarte para que me dejes salir de esta extraña y loca casa? – Le pregunte.
-- Los dejo a tu elección, porque me caes bien – Lo mire incrédula y luego mire mi mano, decidí entonces darle los meñiques, si es que eso necesitaba para salir ilesa de aquí. – Pero que sean unos que sepas que no utilizaras nunca en tu vida.
-- Los meñiques – sonreí, pero entonces Merrin se acerco a mí, y extendió los dedos anulares míos. – eh, pero si algún día me casaré. – Exclame enojada.
-- Es lo que crees – Dijo ella, y miro al perro el cual asintió – Esos son los que ha elegido el perro.
-- ¿Qué? – Exclame confundida – Esperen un momento, ¿quién demonios es el perro, quien demonios son ustedes? y por ultimo ¿Dónde demonios estoy? – Pregunte ya desesperada -- ¿Y cómo salgo?
-- Si quieres salir, debes darme tus dos dedos anulares – me dijo tajante, el perro.
-- ¿Y si no quiero? – esto comenzó a darme miedo. -- ¿Qué me harás?
-- no lo retes – dijo Terry – Venga, vamos a buscar alguna cosa que haga que te duerma las manos y no sientas cuando te quitamos los dedos – Me asuste a sobremanera, de nuevo pero antes de poder decir nada, me tomo de los brazos y me llevo por la puerta que no había explorado antes.
-- ¿A dónde me llevas? – le pregunte asustada, pero de alguna forma, su rostro de buena persona me daba confianza.
-- Debes de salir de aquí, no estás segura, no lo crees pero ese perro tiene mucho poder sobre todo lo que está aquí. – No comprendía ni pio de lo que me trataba de decir, sin embargo, intente seguirle el paso hasta llegar a una habitación que me resulto familiar. – ¿La recuerdas? – Me pregunto Terry melancólico -- ¿O ya te borraron la memoria?
-- Me resulta familiar, pero no soy capaz de reconocer nada… -- Suspire, y me pase entre los muebles, mire los portarretratos, y entonces comencé a llorar, Terry se acerco a mí como si supiera el motivo, pero era dudoso, ya que ni yo misma lo sabía. -- ¿Por qué estoy llorando? ¿Qué ocurre en esta casa? – pregunte entre sollozos.
-- ¿No lo recuerdas? – me abrazo, pero yo era incapaz de recordar, de pronto, memorias venían a mi mente, y tal como venían se esfumaban, entonces me di cuenta de quién era, donde estaba y como es que había llegado ahí.
-- Déjala Terry, lo acaba de recordar. – Dijo Merrin desde la puerta de la habitación – Es hora de que te amputen los dedos – Su voz era sombría, nada que ver la dulce y amable Merrin que había conocido algunos momentos antes, me asuste, no quería aceptarlo, sabía que todo podría ser un error y que yo no debía estar ahí, pero no, era real. Y me encontraba muerta, en algún mundo anterior al cielo, o al infierno, o lo que fuera que viniese después.
-- No quiero irme de aquí – Dije sollozando – No puedo estar muerta – mis cabellos oscuros cayeron sobre mi rostro y algunas lagrimas mancharon el piso.
-- Lo lamentamos, pero no es algo que elijamos, simplemente te llego la hora, y eso es lo que debía suceder, moriste sin comprometer, por ello te cortamos los dedos anulares, moriste joven, por ellos caminas y tienes tanta vitalidad. Pero viviste en plenitud, por lo menos ahora, déjanos prepararte para el mundo que te espera. – Terry, era una buena persona, estaba conmigo, me abrazaba, parecía que le agradaba. Pero Merrin pronto comenzó a sollozar.
-- Ninguno de nosotros eligió estar aquí, yo tenía una vida, oportunidades, un futuro, y morí, un estúpido me violo y me lanzo una piedra en la cabeza, me iba a casar con el amor de mi vida, y me mataron – sus lagrimas comenzaron a ser más abundantes. -- ¿Y tu Anna? – me gritaba en la cara. – Lo tenías todo, Judas te quería, pero tu estúpido comportamiento lo alejo de ti, regresas a casa, y tu padrastro te hipnotiza para que te suicides, por 5 dólares te compro una muerte mejor. – No entendía por qué estaba enojada, pero me sentía mal, pues lo recordaba todo. Y aun así, estaba confundida.
-- No hay forma de regresar – Susurro de nuevo el perro – estas muerta, pequeña y no hay nada que pueda remediarlo.
-- ¿Por qué eres un perro que habla? – pregunte, al voltearlo a ver. – ¿También estas muerto? ¿Eres un perrito que atropellaron? – Me puse a acariciarlo, ahora convencida de que no me iba a ocurrir nada.
-- No, pero mi misión en este mundo, entre el de los vivos y los que ya han sido juzgados y preparados es muchísimo más importante de lo que puedes imaginar en este momento. – Su voz era grave, como la de una persona que está muy segura de lo que habla.
-- ¿Y por qué entonces armaron el teatro de la bestia y todo eso? – Pregunte curiosa.
-- La curiosidad te trajo a esta habitación, en veces es bueno dejar las cosas como están y no pedir detalles – contesto Terry.
-- ¿Qué cosas debo de hacer antes de ser juzgada e irme de este mundo? – pregunte un poco decepcionada, ya que Terry me había dicho, en pocas palabras, que no preguntara más que lo necesario.
-- Te amputaran los dedos anulares, será lo primero – comenzó Merrin – Luego, pasaras por las siguientes dos habitaciones, -- Terry siguió – en la primera, te despedirás de todos tus seres queridos, pero tiene que ser antes de que salga el sol, porque solo puedes visitarlos en sueños – Luego siguió el perro – en la última, te estaré esperando, para llevarte a donde mereces ir, lo cual no lo sabrás hasta que llegues, pero en la última habitación al emprender nuestro último viaje juntos, debes de saber que no podrás hablar, ni mirar nada de lo que te rodea, como un ciego y su perro caminaremos un largo rato. – concluyo.
-- Entonces, ¿si entro a esa puerta con los dedos amputados será la última vez que los vea? – Pregunte temerosa de la respuesta, sin embargo solo los vi asentir con caras un tanto tristes.
-- Si te quedas en este mundo, poco a poco perderás tu esencia, y dentro de poco te veras como nosotros, como maquinas frías, irreconocibles a como éramos en vida – respondió Merrin – pero, algunos guardamos la esperanza de que algún día llegara al que dejamos en vida.
-- Tal vez tienen razón, y deba aventurarme… Lamento lo que les he ocasionado, lamento todo, realmente es así. – Y le di mis manos a Terry quien cerrando los ojos, en señal de que los cerrara yo también, los amputo, y aunque no sintiera dolor alguno, me ha dolido ver mi mano sin esos dedos. Al terminar, y verlos, Terry me sonrió apenado, pidiendo perdón con la mirada y le sonreí en señal de que no se preocupara.
Camine entonces hacia la puerta que conectaba con la siguiente habitación y voltee a ver a mis amigos, quienes estaban parados al otro lado mirando fijamente.
-- Cuídate, Anna – Dijo Merrin – Esta será la última vez que nos veamos, en mucho tiempo, no te olvides de nosotros – Sonrió y entre en la puerta dispuesta a despedirme de todos los que en vida me habían dado un poco de su cariño.
Al terminar, entre en la última puerta, al abrirla, una correa estaba colgada en un gancho clavado en la pared, la tome, y al instante deje de ver lo que me rodeaba, solo podía sentir como la correa me halaba y me dirigía. Imagine que sería el perro. Mientras caminábamos, escuchaba voces que me susurraban cosas muy extrañas.
--…Mi tío quería el reino de mi padre, su esposa y su vida, y termino por acabar con la suya… -- Me recordó  a Hamlet, pues numerosas veces había leído esa obra, pero no dije nada y seguí caminando. --… Nuestros padres no nos querían juntos, optamos por estarlo en la muerte… -- Ahora me sonaba a Romeo y Julieta. --… Oh, Berenice y sus dientes que parecían hechos de marfil, blancos como las perlas, me llevaron a mi perdición, ¿donde se encuentran ahora el motivo de mis desvelos y crímenes, donde los encontrare ahora? – Había numerosas voces hablando, sin embargo no pronuncie palabra alguna en contestación a sus plegarias, y seguí caminando hasta que deje de sentir que tiraban de la correa.
-- Hemos llegado – me dijo el perro acariciando mi pierna, y súbitamente todo se volvió visible de nuevo – Las voces que escuchabas, solo los de alma pura pueden escucharlas con tanta claridad, son voces de gente que se vio separada de lo que más amaba en vida, y a diferencia de Merrin, que espero a que llegara, siguieron el camino, pero en este camino hablaron preguntando a otros espíritus y se han quedado ahí atrapados, en su propia curiosidad. – Me asombre de esto, y mire a mí alrededor. – Estas en lo que muchos llamarían el paraíso, pero ese se encuentra al otro lado de la puerta, aquí en adelante, toda la vida que conociste antes se olvidara, para que vivas donde vivieron los primeros hijos de dios, Adán y Eva, y como ellos vivirás en inocencia pura. – Mire la puerta que estaba frente a mí, el piso, no  era de nubes como la mayoría de la gente lo piensa, era un pasto verde y vivo, y la puerta no era tan grande ni majestuosa como la gente lo pensaría, más bien era como la entrada a una cocina, un marco en la pared con puertas corredizas. Que no permitían ver lo que había más allá de aquella puerta.
-- Supongo aquí nos despedimos, pequeño – Le dije arrodillándome para acariciarlo – Aunque no quisiera olvidar lo que he vivido, no creo que al lugar donde vaya necesite mis recuerdos para sentirme viva. – Me acerque lentamente a la puerta y comencé a abrirla con los ojos cerrados, de esta, provenía una extraña luz blanca, me voltee a donde estaba mi peludo amiguito, y despidiéndome a la distancia me deje envolver por el toque cálido de aquella luz.

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