martes, 26 de abril de 2011

Caramelo


Nancy siempre era fuerte ante las situaciones que se le presentaban, nunca dejaba caer una sola lágrima de su rostro, no eso no lo verían en ella. Ella era una gran abogada, a veces muy fría para ser mujer, siempre seria y un tono de sarcasmo en sus comentarios, la hacían, tal vez, una mujer muy dura. Sin embargo, había un chico que la hacia cambiar bastante. Lo había conocido desde que tenia apenas 15 años, y habían salido desde entonces, pero ella no se abría mucho a el, debido a experiencias que había tenido anteriormente con los chicos.
Ahora ambos tenían 26 años, todos unos adultos, ella ya litigaba y el seguía estudiando medicina, el nombre del chico, John… John era bastante serio y frió también, pero era mas su naturaleza que otra cosa, por que Nancy era mas emotiva por todo reía y era muy tierna con el, sin embargo tenia eso de ser muy dura con ella misma muchas veces, no le gustaba equivocarse y eso la hacia parecer una persona muy dura, pero como John la describía siempre era: un tierno caramelo dentro de una envoltura bastante dura. Nancy odiaba que le dijera así, caramelo. Se sentía demasiado débil ante cualquier cosa que John hiciera, sin embargo nunca se lo hizo saber.
John vivía con Nancy, desde que ambos acordaron vivir juntos hasta que el terminase la carrera, pero no habían acordado nada de casarse, solo Vivían juntos. Siendo novios, viviendo juntos, la gente en veces no lo veía bien, pero al fin, era su relación no la de la gente.
En la casa, Nancy cocinaba, por que John era un asco en la cocina, mientras ella cocinaba John estudiaba, o trabajaba en la barra. Nancy recogía, limpiaba, trabajaba, a ella le gustaba conservar el orden en su casa, John solo estudiaba y pagaba las facturas, compraba los alimentos, a veces llevaba a cenar a Nancy, claro la que trabajaba era ella, así que muchas veces ella pagaba. Nancy odiaba ser la que mandara en la relación, pero ¿Quién decía que ella mandaba? Nadie, solo ella lo creía así, a veces sus amigas le decían que era como la esclava de John, que el solo le decía haz esto haz aquello, y ella obediente como su fiel esclava lo obedecía. Eso ocasiono que Nancy se apartara de sus amistades. No le gustaba que le dijeran eso, y menos que se metieran con John.
John no aparo a ninguna amistad suya, en la mayoría enfermeras del hospital, otros doctores amigos suyos, otros residentes, en fin, John tenia muchos amigos por su trabajo. Nancy era celosa, demasiado, y no le agradaba la idea de que John tuviera que trabajar rodeado de enfermeras, no para nada le agrava pero por el, soportaba la situación.
A John parecía no importarle nada, todo le daba igual, al parecer de Nancy, menos su chamarra negra, una chamarra bastante linda, que traía puesta siempre, sin importar cuanto calor hiciera, para Nancy eso era lo que mas cuidaba, y a ella también le gustaba de alguna forma, le agradaba que cuidara lo suyo. Algunas veces las enfermeras le pedían su chamarra, y siempre ponía una u otra excusa para no prestarla, a Nancy eso le agradaba. Aunque ella no se la había pedido directamente el se la había ofrecido, pero ella la rechazaba, sabia el valor que tenia para el.
John siempre salía con sus amigos, los fines de semana y Nancy visitaba a sus padres, pero siempre puntuales a la misma hora llegaban a su casa, siempre puntuales a las 10 de la noche para cenar juntos. Mientras Nancy preparaba la cena, John le preparaba a ella una pequeña sorpresa, el sábado por la noche siempre sucedía algo especial. En ocasiones a Nancy ya no le sorprendía nada, y John lograba hacerla sonreír, su sonrisa, ese era el objetivo de John cada semana, verla sonreír.
Esa noche como de costumbre en sus noches de sábado, Nancy cocinaba y John la observaba desde la barra, no quería saber mucho de la escuela, le fastidiaba, ya solo quedaba un tiempo para terminar sus estudios, estaba pasando por exámenes, y le habían estresado demasiado, tenia el próximo fin de semana libre y no sabia como decirle a Nancy que quería pasarlo fuera de la ciudad alejado del bullicio de esta. Pero sabia que posiblemente ella se rehusaría,  al vez no, viendo que el estaba muy estresado.
- Nancy… - Dijo al fin John, decidiéndose.
Nancy preparaba un puré de patata y milanesas para cenar, y sin apartar la vista de la estufa le contesto – ¿Que ocurre?
- Pues, estos días he estado muy estresado, y… - John no sabia como articular las palabras.
- Quieres irte con tus amigos el próximo fin de semana fuera de la ciudad para des estresarte ¿cierto? - John se quedo perplejo, ¿Como es que Nancy siempre lo sabía?
- ¿Cómo lo sabes? –John no se quedaría con la duda. Tenia que saberlo.
- Tu amigo, Steve llamo para dejarte el recado. – Nancy volteo. -¿desde cuando me pides permiso para hacer viajes espontáneos? – Pregunto con un tono de inocencia.
- Pues, son dos días, me iría el viernes, y no tendríamos nuestro fin de semana juntos como acostumbramos. No me quiero ir, y dejarte sola. – Nancy volteo decididamente.
- ¿Me estas invitado? – John jamás la invitaba, solo le avisaba que saldría. Esto era nuevo.
- No, no lo tomes así, sabes vamos solo hombres. – Nancy suspiro, sabría que diría algo así.
- Yo no necesito darte permiso para que te vayas, es tu vida, no la mía.- Contesto, parecía enojada, sin embargo dentro de ella había cierta decepción, ¿Por qué la persona con la que compartía techo no la invitaba a ser parte de su vida? Nancy no dejo ver a John las lagrimas que caían nunca lo dejaría ver ninguna, no de ella.
- Pero, no lo tomes así. Sabes que te quiero. – Se acerco a ella, y la abrazo por detrás. Nancy seguía cocinando fríamente, aunque adoraba que hiciera eso.
- Tengo que terminar de hacer la cena. Mañana tengo mucho trabajo que hacer. Necesito dormir temprano. – Entonces John aparto a Nancy de la estufa, y la cargo en brazos. – ¡He! ¿Qué rayos haces? Bájame tengo que terminar de cocinar ¡la comida se va a quemar! – Nancy pataleaba como niña pequeña a la que llevaban a la cama a la fuerza.
- Cariño. ¡Hoy harás de todo menos dormir temprano! – Contesto John mientras bruscamente la llevaba a la habitación.
- ¡No, John! ¡Yo no quiero! – Gritaba Nancy. Seguía pataleando, pero simplemente la fuerza de John era mayor. La arrojo en la cama y comenzaron a jugar, John tendría muchas ganas de hacerle cosas, pero no las haría si ella no quisiera, le hacia cosquillas y Nancy reía como loca, en la habitación se escuchaban voces riendo mientras Nancy gritaba - ¡Ya John para! ¡Me duele el estomago! –incluso podría parecer que estaban haciendo el amor, pero no, solo era John haciendo enojar a Nancy como de costumbre.
Luego de algunos minutos de lucha, que para Nancy parecieron horas, exclamo asustada- ¡La cena! – John y Nancy corrieron a la cocina, el puré de patata apenas listo para comerse, la milanesa parecía carbón. Nancy miro a John, un poco enojada. – ¡Haz quemado la cena! –
- ¿yo? – Dijo John. – Tu la niña pequeña que no quería ceder, si te hubieras dejado cosquillear desde el principio… -
- ¡Nada! – interrumpió Nancy, en realidad si era culpa de John, pero antes muerto que aceptarlo. - ¿Ahora que vamos a cenar? – Pregunto casi ordenándole que le comprara comida hecha.
- Vamos a cenar. Hace tiempo no salimos.- Miro a Nancy, tenia que admitirlo, su mirada de enojada era tal vez la mas linda que tenia.
-Esta bien – suspiro – Vamos.
Paso la semana mas ajetreada que pudo tener Nancy, un par de casos de divorcio donde ninguna de las dos partes cedía los derechos, la custodia… tantas peleas, tantas discusiones… Nancy vivía a diario lo que era una separación, a veces pensaba en casarse y formar una familia con John, que seria lo más natural, es decir, salían hacia tiempo. Y solo Vivian juntos, era normal que a veces lo pensara, sin embargo apenas llegaba y sabia de otro divorcio, veía a las parejas peleando, diciendo “No te quiero volver a ver”, “te odio”, “aléjate de mi”, incluso ella pensaba ¿Qué estas personas alguna vez no se dijeron te amo? ¿Qué alguna vez no se amaron con pasión? Luego volvía a casa, veía a John y se veía a si misma casada, con hijos, unida para siempre al hombre que amaba, pero Y ¿si el amor no le bastaba? ¿Y si el se cansaba y simplemente se alejaba? Durante todos los años que llevaban saliendo, eso era lo que mas miedo le daba. Que John se alejara de ella, que encontrara a alguien con quien se llevara mejor, o simplemente de la nada se fuera. Era un temor que la comía día a día. Pero no le decía nada, nunca le dijo nada.
Ya solo quedaba un día para que John se alejara del estrés, y había comprado un auto con e dinero que sus padres le habían dado, era el que utilizaba para ir y venir de la escuela, aunque John era bastante precavido al manejar, Nancy sabia que la influencia de sus amigos, fiestas, alcohol… Nancy se quedo pensativa un momento. Dejo a un lado los cubiertos, y miro fijamente a John.
- Manejaras con cuidado ¿cierto? – Sabía que se acababa de ver muy paranoica, pero algo le decía que tenía que decírselo.
- Claro que si mi amor. – Nancy no se sintió conforme. - ¿Por qué?
- Pues, tu sabes amor, el alcohol, amigos, fiestas, puede parecer muy fácil, pero preferiría que no tomaras. Por tu bien. – John miro a Nancy le asintió mientras sonreía dulcemente.
- No te preocupes amor, te prometo no tomar y manejar. – John sabia que Nancy solo se preocupaba por el.
Nancy tranquila siguió comiendo, al día siguiente muy puntual, ayudo a John a alistarse para el viaje, le empaco su ropa, y le preparo comida para el viaje.
John había terminado y abrazo con fuerza a Nancy – Prometo volver – Le susurro en el oído. Y la beso suavemente mientras arrancaba el carro. Y se ponía en marcha hacia donde sus amigos habían quedado, fuera de la ciudad.
Nancy sintió como si le hubieran quitado una parte de su corazón, con una pequeña opresión se alisto para ir como de costumbre con sus padres a pasar el fin de semana. Estaba peinándose sus cabellos rizados y oscuros cuando el teléfono sonó en la habitación. Nancy levanto el auricular y distinguió la voz de su madre.
- Hija, ¿tenias planeado venir a visitarnos?- pregunto su madre sin siquiera saludar.
- Claro mama, todos los fines de semana ahí estoy ¿Por qué? – Pregunto Nancy quien sospechaba que le iban a cancelar.
- Hija, tu papa y yo vamos a salir el fin de semana a visitar a tu hermano. –Claro, Nancy siempre lo sabía, Nancy podía distinguir el desprecio de su familia, desde que tenia apenas 8 años, los problemas familiares jamás la sorprendían,  ella siempre sabía que lo pasaría.
- Esta bien madre. – Así le decía cuando estaba decepcionada. – No te preocupes, te dejo por que tengo cosas que hacer. – Y colgó, sin despedirse ni nada. Cuando la decepcionaban era bastante fría, incluso más que cuando tenía que serlo.
Entonces se miro en el espejo. – ¿Que mas puedo hacer? – Se tumbo en la cama, se quedo dormida un rato, tenia trabajo pero podía hacerlo mas tarde, por ahora solo quería descansar. Cerró sus ojos y durmió por algunas horas.
Al despertar, un poco adormecida, ya que no eran sus horas de sueño, se dirigió al baño, eran las 3 de la tarde cuando termino de darse un segundo baño. Reviso el refrigerador, era tiempo de comprar, casi siempre era John quien compraba, pero ahora quiso hacerlo ella. Se fue al supermercado, e hizo las compras. Era muy normal, que algunos chicos la miraran, pues ella se llevaba muy bien con sus vecinos, a algunos los encontró también haciendo las compras.
- ¡Hola! – era Kate, la vecina de al lado, Nancy siempre se había llevado bien con ella, pero no se había dado la oportunidad de platicar con ella.
- ¡Hola! – Contesto Nancy – ¿Como estas? –
-Bien gracias. ¿Qué haces aquí? –
- Pues aquí, comprando alimentos. – Dijo mientras acomodaba unas frituras que tenia e la mano.
- Oh, yo jamás te había visto comprar a ti, usualmente veo a…
- John si, el no esta así que yo vine a comprar.
- Oh… Si necesitas ayuda en algo, puedo ayudarte, bueno te dejo por que tengo que terminar de comprar. – Kate se retiro, era una chica bastante seria, pero se llevaba muy bien con Nancy. Y a ella le agradaba. Y se preguntaba ¿Por qué no la invitas a pasar la tarde contigo? De todas maneras iba a estar sola, así que no había por que hacerlo. Entonces apresuro el paso, y termino de hacer las compras, y al momento de pagar, se fijo muy bien el cambo y dio un poco al empacador.
De regreso a su casa sintonizo la radio, para escuchar las noticias, e informarse un poco, claro quería quitarse esa sensación que le perseguía desde que John se fue en la mañana. Una sensación que le oprimía el corazón.
Nada, no quería marcarle, ¿para que? Solo pensaría que estaba preocupada por el y que la extrañaba, y al final tal vez John pensaría que fue una mala idea irse. No, llamarle por teléfono no solucionaría nada, ¿Por qué el no llamaba? Eso hubiera sido mejor, pero no simplemente el teléfono de Nancy no sonaba. Nancy guardo los alimentos que había comprado, y pensó de nueva cuanta llamarle.
- Una llamada no le hará nada. –Pensó Nancy. –Pero tampoco quiero que crea que me preocupo demasiado por el. – Luego de algunos momentos de indecisión, cogió el teléfono y llamo al móvil de John.
- ¿Bueno? – Contesto John al otro lado de la línea.
- ¡John! – Nancy jamás había contestado tan emocionada. -¿Cómo estas? ¿Todo bien? – dijo Nancy.
- Si mi amor, llegue bien y todo, ya estoy aquí en el hotel, vamos a ir a bailar un rato y de ahí a descansar. ¿Todo bien por allá? – Nancy se sintió mas tranquila.
- Si, iba a ir con mis padres pero no están, así que aquí me quedare el fin de semana. –
- ¿sola? – Pregunto John.
- Si, claro, ¿con quien más? – Contesto Nancy
- No lo se, tal vez tienes escondido a un amante y quieren pasar la noche juntos. – Dijo en tono burlón.
- Mi amor, eres el único hombre de mi vida, además de mi papa y mis dos hermanos. – Nancy disfrutaba hablar con el, eso la hacia saber que estaba bien.
- Y tú la única mujer. Además de mi madre y mi hermana. – Nancy sonrió.
- Bueno mi amor, no te quito mas tu tiempo diviértete, solo quería saber que estabas bien. –
- Te marcare en la noche para que me mandes el beso de las buenas noches. – Nancy rio al otro lado de la línea, al escuchar entre los amigos de John Mandilón – No les hagas caso mi amor, sabes que sin ese beso no podría dormir. –
- Esta bien mi amor, esperare tu llamada. Hasta luego, cuídate mucho ¿vale? –
- Hasta luego, si mi amor lo que tu digas.
Nancy colgó, se sentía mas tranquila ahora, sabiendo que le llamaría en la noche, eran apenas las 6 de la tarde, poco faltaba para ello.
Nancy se puso a trabajar en el caso más cercano, y dejo que el tiempo avanzara a su paso.  Pronto cuando retiro la mirada de los elegantes papeles de su buffet y observo el reloj, se dio cuenta que eran mas de las 12 de la noche.
Se acerco al teléfono y busco alguna llamada perdida, pero no había ninguna, luego a su móvil, tampoco… Nancy suspiro y dijo para si – Otra mentira mas de John – No era la primera vez que la ilusionaba así, desde que empezaron a salir era lo mismo. Pero jamás le decía nada, Nancy pasaba por alto todos sus defectos. Entonces decidió cenar algo rápido e irse a dormir. Tomo un yogurt y lo bebió, se acostó, e intento dormir, sin embargo sus pensamientos no se lo permitían, preocupada por que le hubiera ocurrido algo a John,  no podía descansar, a lo mejor  solo era su imaginación. Nancy cerro los ojos y logro conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, Nancy se sentía inquieta, volvió a revisar su móvil y su teléfono, pero no había ninguna llamada perdida. Ni un mensaje en el buzón de voz… Nada. Podría ella llamarlo, pero ya lo había hecho y ocasiono que le llamaran de esa vulgar forma, tal vez era eso por que no le había llamado. Se sintió mas tranquila al pensar que era eso. Solo vergüenza de que lo llamaran así de nuevo. –Si eso era –dijo para si.
Se dio un baño y se acostó para ver la televisión. Mientras cambiaba los canales escucho el teléfono sonar, Nancy jamás se había levantado tan rápidamente de la cama, dio un salto y cogió el auricular.
- ¿John? – Pregunto nada mas toco el auricular su oído.
- ¿Señorita Nancy? – Una voz fuerte y gruesa al otro lado de la línea.
- Si, ¿quien habla? – sus ojos se abrieron desmesuradamente.
- Hablo de  la morgue… Necesitamos que venga. – Nancy sintió como su vida se escapaba de su cuerpo.
- de… ¿la morgue? ¿Para que? – No quería escucharlo, pero era necesario.
- Usted vive con el señor John Adams ¿cierto? –
- Si.
- Necesitamos que venga a reconocer el cuerpo. Al parecer su novio tuvo un accidente, pero necesitamos que reconozca el cuerpo. – hizo una pausa, Nancy tenia el rostro empapado de lagrimas, no era de esperarse menos. Era su novio del que se hablaba. – Se que es difícil, pero el cadáver no esta en condiciones de ser identificado, tal vez usted que vive con el pueda reconocerlo con facilidad.
- Si, en seguida… en seguida voy. – Nancy colgó. Se limpio las lagrimas, - Puede no ser el. Yo se que puede no ser el. El me prometió regresar. – Dijo una y otra vez para si misma.
Salió, erro con llave, ahora veía su casa como un frio edificio… vacio y carente de valor para ella. Condujo hasta la morgue y paso a la habitación donde tenían a “John” aun esperanzada a que no fuera el, insegura a que el oficial retirara la manta de su rostro…
Entonces asintió al oficial en señal que la retirara, una imagen horrible, era un rostro deshecho totalmente irreconocible. Pero Nancy sabía como lo distinguiría. Pidió retirar un poco más la manta. Entonces sintió como sus piernas dejaron de responder, y como lanzo un alarido de dolor. Llevaba puesta una chamarra idéntica a la John, tenia que ser el. Aunque no muy segura, hizo una última prueba. Con el rostro enrojecido y empapado de lágrimas, se acerco al cadáver e inhalo profundamente. Quería sentir el aroma de la chamarra, sabia perfectamente cual era la colonia que utilizaba John. Entonces fue máximo su dolor y pena al darse cuenta que era la misma que el usaba. No cabía la menor duda, el cadáver que tenia en frente, era John.
Nancy lloro amargamente mientras el oficial comprendía que era correcto, que el cadáver era John Adams. Nancy se retiro a su casa, con intención de llamar a los padres de John, sin embargo pronto se recostó en la cama abrazada de una foto que tenia de el, la única donde salían juntos, se la habían tomado durante su aniversario, el 7 de abril del año en curso, ese día John la había llevado al cine, aunque fuese solo a ver una película, pero lo importante era estar juntos. En esa foto salían ambos dándose un tierno beso. Y cada vez que Nancy lo miraba lloraba con más fuerza.
- ¿Por qué? – Gritaba… - ¡Tu prometiste que volverías! – Nancy arrojo la foto con fuerza rompiendo el cristal del porta retrato. Nancy entonces luego de llorar por algunas horas termino quedándose dormida.
Despertó unas horas después esperando que todo hubiera sido un amargo sueño, una pesadilla, sin embargo al ver roto el cristal del porta retrato, aterrizo en la dura realidad. Camino hacia la cocina y se sentó a tomar un poco de agua, entonces dejo caer su cabeza sobre la barra. Se escucho en la casa vacía el resonar del golpe. Nancy se levanto dispuesta a llamar a los padres de John. Cuando alguien llamo a la puerta.
- Probablemente es Kate, habrá pensando que me caí o algo, o no lo se. Veamos que quiere. –Nancy no tenía ánimos de ver a Kate, pero no podía dejarla tocando. Abrió la puerta y se asombro al ver a John parado frente a ella. Sonriéndole como de costumbre lo hacia, pero con una playera blanca en lugar de su chamarra negra.
- ¿he llegado tarde a cenar? – Pregunto John.
Nancy se desmayo de la impresión. Y John la tomo en brazos y la llevo a la cama, se puso a preparar la cena esperando a que Nancy recobrara los sentidos. Le llevo la cena a la cama, con cuidado, se había esforzado mucho en hacerle la cena, ya que nunca cocinaba, le había hecho lo único que había aprendido a hacer, puré de patata y milanesa que Nancy ya había preparado. Solo la puso en la sartén a calentar. El olor de patatas quemadas hizo que Nancy comenzara a recobrar los sentidos.
Abrió con suavidad los ojos, y lo primero que vio fue a John con la cena en una charola acercándosela a Nancy quien estaba acostada en la cama.
- Por fin despiertas. – Dijo John. Nancy no podía hablar. Seguía sorprendida, ella sabia lo que había visto. Y también lo que veía. - ¿Qué ocurre mi amor? ¿Por qué tan callada? – Pregunto John
- Tú estas muerto. – Dijo Nancy fríamente. – Esta mañana fui a reconocer el cadáver eras tu… - Nancy comenzó a llorar, era la primera vez que John la veía llorar.
- Mi amor, no estoy muerto ¿no me ves? ¿Qué estoy frente a ti? – Contesto John quien al verla llorar dejo la cena en el buro, y la abrazo con fuerza, llorando el también. – Aquí estoy mi amor. Ese no era yo, era un tipo al que le preste mi chamarra, por eso llevaba mi billetera, yo me quede en el hotel, esperando tu llamada. Aquí estoy amor. – Siguieron llorando juntos.
- ¿Por que se la prestaste? Tú jamás prestas tu chamarra. – Nancy lo sabia, quería respuestas quería saber que había ocurrido.
- Por la misma razón por la que me quede en el hotel, hicimos una apuesta, si prefería quedarme, le daba mi chamarra, obviamente mi amor, fue mas importante quedarme y escuchar tu dulce voz, a mi chamarra. Pero jamás llamaste… me preocupaste. – Nancy lo abrazo con más fuerza.
- Mi amor. Jamás te vuelvas a ir, por favor, no quiero verte perdido otra vez. Estas horas, fueron una eternidad para mí. Creí, que jamás te volvería a ver. – Las lágrimas le impidieron continuar.
- No mi amor, tú me tendrás que soportar mucho tiempo más… Me tendrás que soportar toda una vida, por que lo poco o mucho que me quede, quiero pasarlo contigo mi amor. – Y saco de su bolsillo el anillo que tenía planeado darle después de que llegara de su viaje.
Nancy lo tomo, y sin decir palabra alguna acepto. Lo abrazo con fuerza, y le beso con mucho amor. Luego de algunos momentos ambos comieron del intento de cena de John, pero eso a Nancy no le importaba. Para John, Nancy era su caramelo, dura por fuera y dulce por dentro, un caramelo que era solo suyo, y de nadie mas. Y para Nancy, John simplemente era su vida entera, no cabía duda, Nancy amaba a ese individuo.

sábado, 9 de abril de 2011

Amor se escribe con sangre.


Lind... Jamás fue muy visitada. En su calle era la más callada, su familia, no sabía qué hacer con ella. A veces en su cuarto se escuchaban gritos hasta el amanecer. Sin embargo, en el día todo transcurría normal. Incluso parecía la niña más callada y reservada del mundo. Hablaba extremadamente poco. Y en su rostro se reflejaba la tristeza viva de una chica de apenas 18 años. Ella no pedía salir mucho, de hecho, su vida social, era inexistente, solo leía callada en un rincón de su habitación, hasta que llegaba la noche. Y en la habitación a veces, se encontraba tirada en el amanecer, con sangre por todos lados, escrito a veces en las paredes, con su propia sangre, la familia se sentía preocupada, pero creían que era normal, y que su hija era solo un tanto depresiva. Obviamente, le llevaron a un psicólogo, pero se rehusaban a creer que tenía esquizofrenia, su hija, la niña perfecta que tanto presumían tener.

Un día Lind, salió a caminar un poco por el parque, nadie en la calle le ponía atención jamás, era demasiado callada para que la notaran y no dejaba que nadie se le acerca, era en extremo tímida. Llego y se sentó al pie de un árbol. Saco de su bolsillo un libro diminuto, era de sus escritoras favoritas Nancy García El libro se llamaba El Perfume de la sangre, ella se sentía identificada con Cris, la vampira principal. Siguió leyendo en silencio mientras un grupo de jóvenes jugaban futbol americano frente a ella.

Lind, odiaba correr, le daba pánico correr, no podía hacerlo, sentía que se iba a caer, que correría y que el suelo desaparecería. Por eso siempre estaba escondida en un rincón en el gimnasio, o evitaba ir a clases de Educación Física. De igual forma, nadie notaba su ausencia. Ella solo se sentaba en un rincón a observarlos. Igual como lo hacía aquella tarde. Lind jamás se fijo en un chico en específico, ¿Para qué? se preguntaba siempre. Pero esa tarde, uno de ellos llamo su atención. Era Alto, delgado, blanco, ojos azul marino, cabello negro, daba el aspecto de ser enfermizo, pero había llamado su atención...

Ahí estaba, alejándose de su grupo de amigos, pareciera que evitaba jugar... O ¿tal vez lo excluían? Lind no pensaba en ello. No le interesaba en lo mas mínimo. Solo el aspecto físico del chico había llamado su atención. Porque para el criterio de muchas... No era atractivo. Tenía esa palidez tan extrema... esas ojeras marcadas... Lind torció la boca y con un gesto guardo su libro en su bolsillo... Se levanto y con lentitud volvió a su casa.

-¿Quién era ese chico? - Se pregunto para sí - Lo he visto en la escuela un par de veces. Pero no se su nombre... - Guardo silencio un momento. - ¿Y por qué me importa tanto además? Mejor lo olvidare. - Y siguió caminando en silencio.

Al llegar a su casa se encerró en su cuarto a escribir. Escribir con mucho entusiasmo, luego de unas horas de escribir, leyó lo que había escrito. Sus ojos se abrieron con violencia y su piel palideció en un instante, su corazón palpitaba con fuerza. Leyó en voz alta lo escrito. - Bruno Williams - En todo su cuaderno, era lo único que había escrito. Ella sabía que había escrito otras cosas. ¿Pero por que al leerlo siempre decía eso?

Se sentó en su escritorio, el cual estaba equipado con una computadora, abrió la pagina social Facebook, y busco Bruno Williams... Luego con violencia las ventanas tronaron con fuerza, Lind volteo asustada. Y con la mirada reviso la ventana... ¿Qué raro? todo se veía bien... Lind volteo luego al monitor de nuevo, y se sobresalto al ver la clara imagen del chico... firmada como Bruno Williams. - ¿Como es esto posible? - Dijo en voz alta. Luego de unos segundos... La imagen comenzó a sangrar... Las luces se fueron y Lind quedo en la oscuridad. El monitor seguía encendido. Ahí estaba la imagen de Bruno... sonriendo de forma macabra... con los ojos ensangrentados. Y comenzó a escucharse una voz...

- Conóceme - Decía el viento... - Ven acércate... - Dijo la computadora... - No te hare daño... Yo te amo - Dijo al último.
Lind comenzó a gritar con violencia, y lanzaba alaridos... - ¡Déjenme! - Gritaba... - ¡Lárguense de aquí! - Y llegaron sus padres quienes al entrar, provocaron que la luz volvería, la computadora se apago y Lind se desmayo.
Los padres de Lind la recostaron en su cama, y le atendieron como de costumbre. Pues no era la primera vez que sucedía algo parecido. La recostaron con cuidado, y le trataron hasta que se recupero por el amanecer del día siguiente. Y como de costumbre, se levanto de la cama como si no hubiera pasado nada.

Se preparo para ir a la escuela, vistiéndose, bañándose, y algo nuevo en su rutina... se maquillo. Su madre al ver la nueva actitud de su hija le sorprendió un poco... Mientras le ayudaba a arreglarse, le hacía preguntas consistentes sobre su cambio de actitud.

- Lind... ¿Por qué ese cambio tan repentino en tu forma de arreglarte? - Pregunto la madre mientras cepillaba su cabello.
- Nada, es solo que creo que hay que cambiar. - Contestó un poco molesta por la pregunta. Hizo un gemido y torció su boca y se levanto con violencia al tiempo que dijo - Ah. ¿Sabes qué? No necesito tu asquerosa ayuda. - Con violencia cerró la puerta y corrió hacia la escuela.

¿Que se creía su mama? No era nadie para mandarla. Eso pensaba ella. Era mejor alejarse de ahí, ellos solo querían hacerle daño. Al llegar a su escuela, se dirigió al baño rápidamente, y se reviso en el espejo tantas veces que las chicas que entraban le torcían la boca en señal de molestia. Pero no le importaba, es decir, Lind siempre se había ocultado... Tenía derecho a usar el espejo.

Una chica de cabellos rubios, estatura baja, ojos verdes, y un cuerpo de toda una mujer de 16  años, entro al baño con la intención de admirarse en el espejo, pero estaba siendo ocupado por Lind. La chica, para hacer tiempo, entro al baño, pero cuando salió se dio cuenta que Lind seguía ahí. Observándose mientras se acariciaba el cabello.

- ¿Que no te vas a mover? - Pregunto con un tono de agresión. Lind la miro, pero volvió a girar su cabeza sin darle mucha importancia.  - ¿Eres sorda o que, ramera mal pagada? - Le dijo con más violencia.
Lind tomo su mochila, la puso sobre el lavabo... y comenzó a buscar algo entre sus cuadernos. La chica que ya estaba harta de ella, y su indiferencia, cerró la puerta del baño, con la intención de pelearse a golpes con Lind. Sin embargo, apenas se acerco unos centímetros a ella, y esta le apuñalo violentamente en el estomago con unas tijeras. La chica aterrorizada quiso gritar pero Lind era mas inteligente, retiro con fuerza las tijeras de su estomago y con un movimiento rápido se las enterró en la boca. Muriendo la chica al instante.

Entonces Lind tuvo que actuar rápido... En el último baño escondió el cadáver de la chica... La desnudo y con sus ropas limpio la sangre. Lo más rápido que pudo. Luego, vacio la mochila del cadáver y guardo la ropa ensangrentada. Ya todos habían entrado a clases. Así que tenia un poco de tiempo más para limpiar lo que la incriminara del asesinato. La dejo ahí desnuda, se llevo ambas mochilas. Y dejo la de la chica detrás del edificio de teatro, donde se tiraba la basura, la cual recogían esa tarde. Lind acaba de hacer algo malo, en el momento, no lo sintió así, incluso lo disfruto. Pero luego la invadió la culpa, y se dirigió a su cafetería... Total. Ya había perdido medio día de clases. Se sentó suavemente en una silla apartada de las demás. Y comenzó a leer de nuevo. El mismo libro que leía el día anterior al conocer... a Bruno.
Lind leía, al tiempo que el timbre de receso sonaba. Todos los adolecentes hambrientos llenaron el espacio dedicado a comer. Y ella seguía leyendo como si nadie más estuviese ahí. Volteaba y ella veía vacio totalmente, no escuchaba nada, ni siquiera los gritos incesantes de la señora que atendía, siempre gritando lo mismo. - ¿QUE VA A LLEVAR? - Con esa voz ronca. No Lind no escuchaba nada, ni veía a nadie.

Seguía leyendo. Estaba en su parte favorita, donde la protagonista mata a los chicos, no podía evitar sonreír al imaginar cómo explotaba la cabeza de Ricardo, otro personaje de la novela. Luego, volteo por un segundo, mirando en dirección a la entrada de la cafetería. Sus ojos se abrieron con fuerza, ahí estaba, era Bruno Williams. Entrando con su enfermizo aspecto como siempre. Lind no se dio cuenta, pero comenzó a reír de una manera enferma. Todos a su alrededor la miraban como si estuviese loca, y lo estaba. Lind no los veía, pero podía ver a Bruno entrar y ver como los demás le empujaban. Pero solo lo veía a él. Entonces cerró su libro. Y camino hacia donde él estaba.

Bruno estaba completamente en su mundo. Cuando llego Lind. Se puso nervioso, una chica tan bonita jamás se le hubiera acercado a él. ¿A quién engaña? Ni siquiera las más feas, aquellas que pareciesen hombres se le acercaban. Pero ahí estaba Lind. Con su 1. 60 de altura, sus cabellos castaños claros, sus ojos miel, su piel color arena, tenía un lunar cerca de su boca, sus labios eran color carmín,  y tenía su libro en la mano derecha. Así era Lind, y estaba frente a él, mirándole a los ojos.

- ¿Comó te llamas? - Pregunto Lind violentamente.
- Bruno... - Contesto asustado y nervioso.
- Bruno ¿qué? -
- Williams.  - Contesto casi llorando.
- Oh... - Exclamo Lind en silencio.
Bruno, no sabía qué hacer uno de sus amigos, con señas le dijo que le preguntara su nombre también.
- ¿Y tu cómo te llamas? - Pregunto nervioso.
Lind lo miro, tan fríamente, que le provoco escalofríos.
- Me ten... - Bruno no pudo decirlo completo. Lind lo tomo de la mano y lo llevo a la biblioteca.
- Me llamo Lindsay James. Pero todo el mundo me dice Lind. - Dijo al tiempo que lo arrastraba a la mesa vacía más apartada de los demás.
Lo sentó a la fuerza en una silla, y mientras ella se sentaba al otro extremo, Bruno la veía sin dejar de sudar.
- ¿Por qué me trajiste aquí? - Pregunto Bruno.
- Tú me dijiste que te trajera. - Contesto Lind.
- ¿Yo? -
- Tú me dijiste conóceme. ¿No lo recuerdas? -
- Claro que no, te conocí hace 5 minutos en la cafetería. Creo que me confundes. - Le contesto. Un poco desairado, al pensar que al fin una chica se pudiese fijar en el.
- No. Bruno Williams me dijo ayer. Conóceme... No te hare daño... Yo te amo. - Lind tenía esa mirada fría de nuevo. - Y la computadora tenía tu foto. - Concluyo.
Bruno sintió un escalofrió cuando Lind termino su relato. El jamás la había visto, bueno una que otra vez, mientras comía, le llamaba la atención, pues era una chica bastante atractiva, sin embargo siempre estaba sola. Nunca paso de sentir una simple atracción hacia ella. Pero ella afirmaba que él le había dicho que la amaba.
- No... No lo recuerdas ¿cierto? - Dijo Lind con una voz sumamente inocente.
Bruno no quiso herir sus sentimientos. Siempre la había visto sola, era normal que tuviera fantasías, y que lo haya confundido. Además siendo sinceros... El también necesitaba alguien a quien querer.
- Si... - Dijo suavemente. - Si ya lo recuerdo - Gritó. - Claro mi amor, yo te amo. - Concluyo.
Lind le sonrió con suavidad. Le tomo la mano mientras decía. - Yo también te amo. - Bruno estaba extrañado. Nadie en toda la escuela le podría creer que una chica tan atractiva como Lind estuviera Loca por él.

Bruno le sonrió. Seguía sin creerlo. Aun muchas cosas eran muy confusas para él. No lograba comprenderlas.
- Tengo que irme. Mis amigos me esperan. - Dijo para despedirse. - Pero... ¿Puedo verte esta tarde? - Pregunto con la voz temblorosa.
- Claro. - Contesto Lind sonriendo con fuerza. - Te veo... ¿En el parque? - Concluyo Lind
- Si... En el parque está bien. - Sonrió Bruno mientras lentamente abandonaba la biblioteca. Aun confundido por cómo se habían dado las cosas.
Bruno llego con sus amigos que con muchas miradas ingenuas le preguntaban. - ¿Quien era ella? -
Con tono de orgullo les contesto - Esa chica, le gusto... - Hizo una pausa para sonreír. - y con fuerza.
Se escucharon las carcajadas de sus compañeros - ¿Con fuerza? - Dijo uno. - No se dice así... Si te refieres a que dice que te ama. Debe estar loca por ti. -  Bruno estaba sonriendo. - Pero sabes que no cuenta, si no te has acostado con ella. - Concluyo.- Si lo está lo hará. - Dijo otro.
- Pero... - Dijo Bruno, su sonrisa había desaparecido. - Jamás he estado con una mujer. - susurro para sí.
- ¿Y con hombres si? - Dijo burlándose un amigo suyo.
Bruno callo. No quiso seguir con esa conversación. Y siguieron hablando de otro tema al malinterpretar el silencio de su amigo.

Luego, dos amigos de Bruno se alejaron del grupo, y entre ellos platicaron sobre lo que había pasado.
- ¿Por qué se quedaría callado cuando dijeron lo de los hombres? ¿Sera Gay? - Dijo uno.
- Posiblemente. Pero... Yo daría lo que fuera por acostarme con una chica como la que se le acerco. - Contesto el otro.
- Sabes... Menciono algo de ir al parque con ella. Siendo honestos, sabemos que se acostara con ella. No puede conseguir nada mejor. No puedo creer que deje ir esta oportunidad. Menos con una chica tan atractiva. - Y ambos acordaron seguirlos, para grabarlos, y hacerle una cruel broma a Bruno. Y por consiguiente a Lind.
Lind estaba sentada aun en la silla de biblioteca. Se sentía tranquila, volvió a sacar su libro, y se dispuso a leer en lo que las clases terminaban. Estaba impaciente por volverlo a ver.
Las horas pasaron como un suspiro, Bruno también estaba ansioso por verla, y tenerla entre sus brazos para callarle la boca a sus amigos. Aunque el sexo le asustara un poco.
Lind llego al parque, tan bella como siempre, son su libro en la mano. Se sento de nuevo al pie del árbol donde había visto por primera vez a Bruno. Abrio su libro, y comenzó  a leer de nuevo para esperarlo. Pero el libro no decía de nuevo aquellas sadicas palabras quie explicaban los sangrientos escenarios. No. Ahora decían Bruno Williams no te ama. Por todas partes. Lind entonces arrojo el libro lejos de ella. Y se dio cuenta que en la portada en lugar de estar la foto de la escritora venia una de ella, y que en lugar del vampiro que tenia que estar ahí, estaba de nuevo la imagen de Bruno, y entonces el libro comenzó a sangrar. Lind lo iba a tomar, cuando Bruno lo recogió y se lo entrego con una sonrisa a Lind.
- ¿Por qué lo arrojaste? – Pregunto Bruno. – No te gusto el final ¿Cierto? – Hizo una breve pausa. – A veces a mi tampoco me gustan los finales, y mejor les invento uno yo mismo.
- No es eso, es que a veces, siento como si las cosas me hablaran. – Dijo Lind mientras guardaba su libro en el bolsillo.
- Lo se, a mi me pasa algo parecido con los juegos. Sobre todo cuando me emociono – Y Bruno rió bruscamente. – ¿Vamos a caminar? – Pregunto Bruno.
Lind asintió, y le dio la mano a Bruno, mientras juntos caminaban juntos hablaron sobre ellos. Lind parecía una chica totalmente normal. Bruno nunca imagino que muchas cosas que le decía eran ciertas.
- A veces en la noche escucho voces. – Dijo Lind.
- ¿Tus vecinos son muy ruidosos? – Pregunto Bruno.
- Pues, son un poco gritones, si. – Contesto.
- Sabes, a mi de pequeño… abusaron de mi. – Dijo mientras sus ojos se llenaban de lagrimas. – Abuso un hombre, amigo de mis padres, me dejaron con el, el me cuidaría… pero abuso de mi. No me cuido. – Y abrazo a Lind. – Por eso no me gusta el sexo. Por eso me da miedo. – Le susurro al oído. Lind solo lo escuchaba con los ojos abiertos totalmente. Luego lo abrazo. Y le susurro en el oído. –No te preocupes. Yo te enseñare a que no le temas. – Le beso en la mejilla….
Luego juntos caminaron hacia un estacionamiento, donde estaba el auto de Bruno… Un auto, un poco desgastado y con los vidrios sin polarizar. Bruno le abrió la puerta a Lind y ella se sento, y Bruno condujo hasta un motel a las afueras de la ciudad.
Apago el ruidoso motor, y se quedo inmóvil un momento, miro hacia adelante donde estaba el motel, y leugo miro a lind.
- ¿Estas segura? – Le pregunto bruno.
- Si… - Dijo lind en un tono que no sonaba muy seguro como ella decía.
- Podemos… Encender el auto e ir a otro lugar. – Burno apenas la conocía esa tarde. Sin embargo, ella aseguraba ya conocerlo. Y le daba lastima desmentirla.
Lind, se quito el pesado sueter que traia encima, Dejando ver sus bellos seños, que tenían un lunar bastante atractivo, Una blusa escotada semi abierta… dejaba asomarlo.
Bruno solo miro un momento, luego abrió y cerro su puerta y le abrió a lind,  quein duro unos momentos en salir, debido a que tampoco estaba muy segura. Ambos bajaron y pidieron una habitación al encargado.
El motel se llamaba A gravity place, era un motel barato, bastante sucio, el encargado en el mostrador veía la televisión transmitian doctor house, y se tomaba una cerveza. El mostrador tenia un frasco lleno de condones… Para los huéspedes.
- Me da un cuerto ¿por favor?                         
- Claro… Cuarto 219 – Los anoto en un cuederno reviso la hora, y la anoto, y les tendio las llaves. – Disfruten su estancia – Concluyo.
- Si… gracias. – Bruno tomo las llaves.
- Puedo tomar unos… ¿Condones? – pregunto Lind.
- Son tres dólares cada uno. – Lind tomo tres y pago los nueve dólares. Luego ella y Bruno entraron a la habitacion 219.
Una habitación desaseada y de escasos muebles corrientes… Lind se sento en la cama… Y bruno cerro la puerta con llave. Ambos adolecentes nerviosos. Sin conocer la total verdad el uno del otro, comenzaron a besarse lentamente.
Bruno pasaba sus manos alrededor de la cintura de lind, al tiempo que ella bajaba el cierre del pantalón de el. Y besaba su cuello… y poco a poco bajo a sus senos, donde no avanzaba muy rápido por miedo a la reacción que Lind pudiera tener. Sin embargo, las cosas sucedieron como tenían que suceder. Y al finalizar este acto, ya eran mas de las 12 de la noche.
Bruno dormía, luego de haberse desgastado en su acto. Y lind también, hasta que las voces la despertaron de nuevo. Esas voces chillonas. Diabolicas que le decían cada noche lo mismo de siempre…
- Hazlo… - Susurro el viento…
Lind abrió los ojos demesuradamente, sabia lo que vendría… No quería que ocurriera. – No de nuevo – Susurro.
- Vamos… Toma el cuchillo. Atraviesa tu corazón… - Seguia, esa voz chillona incesante que no se callaba. – Se que eso quieres hacer – Continuaba la voz.
- Dejame en paz! – grito Lind
Bruno se movio, pero volvió a dormir.
- Matalo. – Dijo tajante la voz.
- no. – Contesto Lind.
- Hazlo – Dijo con una voz mas violenta.
- NO! – Contesto de nuevo.
- Termina su sufrimento. Termina su vida… Atraviesa su corazón… - Al parecer se había callado.
Lind creía que todo había terminado. Sin embargo un débil susurro del viento le contesto… - Esto apenas comienza.-
Lind cerro sus ojos… en esos momentos deseaba estar en otro lugar, deseaba en serio dejar de escuchar voces… en ese momento algo se había apoderado de ella. Se levanto. Y vomito en el baño.
Despues de haber expulsado los escasos alimentos que había ingerido hacia unas cuantas horas. Se miro en el espejo del asqueroso baño. Entonces, las orillas oxidadas del desgastado espejo, comenzaron a escurrir sangre. Y en el espejo donde antes estaba su rostro, palido a causa del vomito, ahora se veian las letras escritas con sangre que decían: Matalo Entonces Lind no pudo contenerse mas y grito con todas sus fuerzas… El espejo entonces se rompió, y lind se desmayo.
Al despertar, estaba rodeada de policías, mucha gente a su alrededor, le apuntaba, y su madre lloraba abundantemente, mientras su padre conversaba con un policía.  Lind estaba esposada a una esquina de la cama… Intento soltarse pero por mas que lo intentaba no podía.
Entonces sintió húmedas sus ropas, las escasas ropas que portaba, y al revisarse, se dio cuenta que estaba llena de sangre, un pensamiento le quito el aire, pronto comenzó a jadear, y busco a Bruno con la mirada desde su lugar. No estaba.
Entonces su corazón comenzó a palpitar con fuerza, empezó a sudar, y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Al tiempo que gritaba. - ¿Dónde esta bruno? – De su rostro enrojecido, cayeron abundantes lagrimas. Mientras un joven vestido con una bata blanca, y con mirada enternecedora se acerco un poco, y pregunto– ¿No recuerdas nada? – Al ver que ella seguía forcejeando con las esposas, guardo silencio, y agacho la cabeza, luego con voz suave dijo – Bruno esta muerto. –
- No… - Dijo entre sollozos lind. – No puede estar muerto… - Grito. – El me ama! –
- Pero no tiene nada que ver que te ame con que muera. – Trato de calmarla.
- Lo mate ¿cierto? – le miro con sus ojos miel. Ahora llenos de lagrimas. – Igual como mate a la idiota del baño… ¿cierto? –
Entonces todos los policías se acercaron. Y uno, un poco gordo y de bigote poblado dio un paso al frente. - ¿a cual chica? – pregunto
- Una idiota… que me apuraba para usar el espejo. – Contesto lind. – La apuñale con unas tijeras.
- ¿Por qué? – el joven de la bata blanca estaba extrañado que lo dijera sin pensarlo.
- No se… - Contesto Lind fríamente. - ¿he matado a Bruno? – Pregunto con voz inocente.
-¿no recuerdas nada? – Pregunto el joven de la bata.
- Solo… Que grite. Y luego abri los ojos y estaba aquí.
- Has ingerido… -hizo una pausa - ¿Drogas de algún tipo?
- No… - Contesto.
El joven se alejo de ella. – Como es posible que una persona tan inocente, dulce y bella… pueda tener este nivel de enfermedad mental. No quiero creerlo. – Penso.
-¿Quién eres? – Pregunto lind.
- Soy el doctor, Jonh McCarney. Psiquiatra.
- ¿estoy tan loca… que madaron a un psiquiatra?
- No estas loca… Tienes un desajuste emocional y mental. Tu enfermedad tiene solución, si accedes a ir conmigo. Puedes curarte. ¿vendrias conmigo a mi clínica?
Lind guardo silencio, dejo de llorar, y con la mano libre se seco las lagrimas…
- Si me promete que ya no escuchare voces, que las cosas dejaran de sangrar y que podre dormir en la noche… Ire con usted. – Y rompió a llorar de nuevo.
- Te lo prometo. – Contesto el doctor.
Lind, dejo la escuela, e ingreso a la clínica psiquiátrica McCarney, la cual era de las mejores del estado, Sin embargo, Lind no pudo vivir mucho tiempo con la culpa que le antecedía. Y se termino suicidando en su habitación 3 años después del incidente con bruno.
De esta noche que surgió el amor en lind, vino la pequeña semillita de un amor fortuito, el hermoso recuerdo de un amor de adolecentes, vino Lucas. El hijo de Lind y Bruno, de ojos miel, cabello negro y piel color arena, quien después de haber quedado huérfano vive con sus abuelos, los padres de Lind, quienes quedaron en la miseria total debido a los costes de la clínica. Lucas, creció como cualquier niño sano y fuerte. Hasta que llego a la edad de 16 años…
Desde entonces, asegura platicar todas las noches con su madre… Quien solo le dice cinco palabras: amor se escribe con sangre...