lunes, 28 de febrero de 2011

El perfume de la sangre Parte II


Estaban, realmente felices, comiendo pizza, todos jugaban, y reían al mismo tiempo, yo estaba observando desde lo lejos, la pizzería tenía una pared de vidrio, bastante linda, donde ellos estaban sentados, yo mientras los observaba reír y jugar entre ellos, caminaba deprisa, ocultándome de un antiguo compañero, entre en el local y no podía evitar mirarlos contantemente. Yo soy una chica de cabello negro, ojos azul oscuro, de estatura corta, y realmente soy muy torpe para todo, no tengo habilidad para nada, más que para escribir, y la verdad jamás me hubiera imaginado terminar como termine esa noche... Entonces, temí que mi compañero entrara también a ese local con la intención de encontrarme, pero me escondí en los baños, los chicos del grupo, notaron como me escondía y llego Marlene a preguntar.
-Oye amiga, ¿Te encuentras bien?
-Si estoy... bien... gracias...- Las palabras salieron espontáneamente de mi boca, en menos de 15 segundos ya estaba sentada con ellos, no podía evitar sonreír a los graciosos comentarios de Marlene, me senté entre Eliel y la pared de cristal, Así comencé a hablar con él.
-Amm, hola...
- Hola... ¿cómo te llamas?.- preguntaba con tanto entusiasmo.... Como interesado en saber la respuesta...
-Me llamo, Christine, pero díganme Cris... Y tú?
- Mira yo, me llamo Eliel, ella es Marlene, Katia, Josie, Joan, Marco, Ricardo....
Todos me miraron y me saludaron con alegría y gusto, como si ya me conocieran de toda la vida, la verdad me sentía muy cómoda, pero sabía que me tenía que retirar rápidamente, me despedí amablemente, y salí un poco apurada de la pizzería...
Detrás de mí, corría Eliel, quien me tomo del brazo.
- ¿Que te sucede? -Pregunto preocupado.
 - Nada, que tenga que ver contigo.- Agresivamente aparte mi brazo de él, y corrí, dejándolo ahí con la duda. Eliel, regreso con sus amigos, un poco desairado por mi reacción anterior. Siguieron riendo, hasta que cada uno se fue a su casa. Nadie pregunto por mí, pero Eliel, estaba pensando constantemente en mi reacción, camino solo hacia su casa en medio de la noche, y yo lo vigilaba desde lejos...
 La verdad no me sentía bien de observarlo, pero había algo en el... Sus cabellos, sus ojos, sus ropas, todo en él era oscuro, era atractivo... Cuando entro a su casa. Espere un poco, hasta que el durmiera, lo observaba por la ventana, cuando al fin durmió, entre por su ventana, lo miraba fijamente, por un momento comenzó a moverse, creí que iba a despertar, pero solo se acomodó en la cama, me puse de rodillas y acaricie su cabello, luego acerque mi rostro al suyo, recorrí suavemente hacia su cuello, el olor de su sangre... Era exquisito... Era delicioso, pero me contuve, y salí de nuevo por donde entre.
Cuando me marche, mi padre, me aviso que tendría que juntarme con los humanos normales, lo cual me incomodaría bastante, pero era necesario para guardar nuestra naturaleza en secreto, pero aun no me contenía muy bien de tomar sangre.
 Nosotros, tomábamos a los criminales, condenados a morir, en la silla eléctrica. Había un acuerdo con el director de la prisión, todo aquel criminal que entraba en la habitación, era tomado por mi Padre, y era llevado semimuerto, a nuestra casa, donde le extraíamos aquel liquido tan delicioso, Era normal que no notaran que éramos vampiros, pues vestíamos igual que todos, nadie imaginaria que en las noches, los criminales eran sometidos a extracción de sangre... Sus gritos de dolor, aquellos alaridos, eran música para mí... Y luego aquellos jugos eran guardados en botellas, mi madre, los preparaba para que parecieran cenas normales, pero nosotros comíamos en realidad, sangre y humanos. Nosotros respetábamos la vida humana normal, pero solo unos cuantos humanos eran amigos íntimos de la familia, como el director de la prisión, y la familia que era dueña del colegio, muy recientemente, la familia MacDoll que vivía en las afueras de la ciudad, donde mi padre era el maestro privado de las pequeñas gemelas, gracias a eso, pudo inscribirme en el colegio sin mucho problema.
 No estaba muy deseosa de entrar a clases, no por otra cosa sino, por encontrar de nuevo a aquellos chicos tan gentiles, Eliel, era quien me preocupaba volver a ver. Día y noche estaba en mi pensamiento, mientras paseaba por el parque, cuando los humanos estaban corriendo por ahí como mariposas felices en las flores, me di cuenta como algunas parejas estaban tomadas de la mano, otras se besaban suavemente, de pronto una sensación recorrió mi cuerpo, como si deseara sentir aquello que los humanos llamaban "Amor". Me quedaba claro que entre los vampiros, es normal encontrar una pareja, como mi padre y mi madre, quienes se amaban muy profundamente, porque ambos se encontraban de cacería, y se toparon de repente, luego mi padre se dio cuenta que era la vampiresa más hermosa que jamás hubiera conocido, rubia, ojos azules, totalmente blanca, era seguro que su "familia" la trataba muy bien, el temeroso de un rechazo casi seguro, le pidió matrimonio... Mi Madre, nunca pensó que ese vampiro, Moreno, de piel cálida, y ojos enternecedores color violeta, lograra robarle el corazón de una manera tan tierna, aun para los vampiros, tenemos sentimientos, se casaron, y me adoptaron... Porque los vampiros, no pueden tener hijos.
Seguía caminando cuando encontré a aquel compañero que me perseguía aquella noche.
-Hola, ¿Dónde te escondiste la última vez?.. - Pregunto con un tono irónico. - Habrá sido en aquella pizzería donde te vi con aquellos humanos...
- Y eso a ti te importa mucho?
- Claro, sabes que los humanos corren peligro si estas cerca de ellos...
- Yo me contengo de comerlos...
- No refería a ti... pequeña ingenua... -  lentamente se fue... 
Sus palabras me helaron el corazón, pero lo que me pregunte después del incidente fue... - ¿Porque me importan tanto eso humanos?- Y seguí mi camino...
Cuando llegue a casa, me dieron la noticia, de que pasando el fin de semana tendría que ir a la escuela, me dieron mi uniforme, y todos mis útiles escolares, estaba nerviosa de entrar al colegio, pero se hizo un nudo en la garganta cuando vino a mi mente la idea de que tal vez, remotamente, estuvieran aquellos humanos compartiendo aula conmigo... Sin embargo, no distinguía si era más deseo, que un miedo...

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